jueves, 22 de enero de 2009

CÉSAR BORGIA


Segundo hijo natural del cardenal, de origen valenciano, Rodrigo Borja (después Borgia) —futuro Papa Alejandro VI— y de Vannozza Cattanei, una patricia romana, tuvo dos hermanos: Juan (Joan o Giovanni) y Jofré (Godofredo), y una hermana, Lucrecia Borgia. El origen español de la familia venía del tío-abuelo de César, Alonso Borgia (1378–1458), obispo de Valencia, elegido Papa Calixto III en 1455.
Uno de los secretarios de Alejandro hizo una carta astral sobre César nada más nacer, en la que vaticinó que tendría una vida fulgurante, de poder y gloria, pero que sería rápida y acabada en asesinato. El secretario no se equivocó en nada.
En 1486 fue destinado, junto con Lucrecia, bajo la tutela de Adriana de Milá, prima lejana de su padre. De ojos marrones y pelo naranja, César fue un niño agraciado, que se convertiría en un hombre alto, fuerte y con gran ambición, más que su padre. Fue un muchacho atlético durante su adolescencia, capaz de romper una lanza con sus manos, cabalgar hasta la extenuación de los caballos y lancear toros.
Su padre proyectó para él una carrera eclesiástica, como era tradicional para el segundón de las familias nobles, en tanto que su hermano Juan, nombrado duque de Gandía, ocuparía el cargo de capitán general de los ejércitos pontificios. Cargo que su hermano César ansiaba para sí.
Estudió teología y leyes en la universidad de Perugia; en Pisa, a los 17 años, César Borgia es consagrado protonotario del papado y nombrado obispo de Pamplona (1491). Antes de cumplir los 20 años ya era arzobispo de Valencia y poco después cardenal.
En 1495 fue arrestado por el rey francés Carlos VIII tras la invasión de Nápoles por parte del francés. Consiguió huir poco después.
En 1497 Juan Borgia apareció asesinado a orillas del río Tíber en Roma. Se especuló que César tuvo que ver en esta muerte, sin embargo en plenas investigaciones, el papa Alejandro suspendió las mismas y se vio obligado a sustituir a Juan por César en el cargo de capitán general del Vaticano. En 1498 abandona la carrera eclesiástica, por la que no sentía el menor interés, siendo la primera persona de la Historia en renunciar al cardenalato, y se dedica a sus nuevos quehaceres militares, que desde siempre le atrajeron más. Cumplió así su deseo de ser un hombre de estado.

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